miércoles, 12 de marzo de 2014

Tres semanas buscando paciencia.

En la Antigua Grecia, se insistía continuamente en que el ser humano es un animal político.  Cinco siglos y dos mil catorce años más tarde, no sé si lo será o no, pero sí puedo asegurar que el hombre puede llegar a ser estúpido sin conocer ningún tipo de límite. Y eso que disponemos de recursos como el cerebro, qué pena que lo desaprovechemos de esta forma... 

Estamos gobernados por los imbéciles más hipócritas que han pisado la tierra en los últimos tiempos, y sin tener ninguna honradez ni autocrítica para dimitir a sabiendas de que se llevan el dinero que los ciudadanos les confiamos para que saquen adelante la grave situación tanto económica como social por la que atraviesa ahora mismo este país.
Luego, también, hay profesores que dan clase con una mirada que expresa sentimiento de superioridad sobre el alumno, sin tener la honestidad de saber reconocer, que hay ocasiones, en la que es el alumno quien supera con creces a su maestro. Y para mí, la persona capaz de lograr esto merece mucho más respeto que el profesor presumido.

Hasta el momento, soy un alumno que parece condenado al fracaso, pues he repetido curso dos veces, al que han tocado incontables veces, pero todavía nadie ha sido capaz de hundirme. Jamás nadie me ha regalado nada, y todo, lo bueno o lo malo, lo he ganado por sangre sudor y lágrimas. Tampoco quiero que nadie me regale nada, porque para mí los Milagros no existen, existe el esfuerzo, la gente que trabaja duro para callar bocas. Porque la soberbia que el ego proclama, sólo se replica con hechos, con momentos que destapen las verguenzas que inundan el cuerpo de la otra persona.  Torearles de tal manera que salir cada día por la puerta grande no sea una locura desmedida. Aguantar la tempestad para cuando la tormenta pase desatar toda la furia. Demostrar la pasta de la que estamos hechos.

viernes, 7 de marzo de 2014

Cuatro semanas con la primavera de fondo.

"No hay que ser tan maduro siempre, ¿eh?" Pues no, ni mucho menos. Pero vivo en una sociedad tan repugnante que prefiero resguardarme en mi madurez hasta que las cosas cambien. Vivo en una sociedad en la que todos imitan a otros, y esto propicia un mundo en el que la gente está repleta de dilataciones, piercings y tatuajes. ¿Qué pensarán dichas personas cuando lleguen a la cuarentena y su cuerpo está adornado para la eternidad por caprichos juveniles?

Un mundo en el que las personas se afilian a la bisexualidad como si fuera algo tan normal y sencillo. Me parece algo bastante falso e hipócrita. Un planeta en el que autolesionarse se considera un hobbie, y la gente hable de sufrir bullying como si fuera algo que sucede todos los días. Donde todos los políticos se apropian de nuestro dinero, mientras los ciudadanos nos damos con un canto en los dientes con ver los programas del corazón, y partidos de fútbol que siempre tienen el mismo final, y que tienen más polémica esperpéntica que análisis maduros.

A mí, personalmente, la gente me aburre hasta el punto que me aburre conocer gente nueva, porque en poco tiempo me doy cuenta de que son personas planas, que solo buscan parecerse a otra persona, y para ello intentan imitar todos y cada uno de sus virtudes. Sin embargo, no son capaces de aceptar con resignación un comentario sobre sus atributos físicos, o una crítica constructiva sobre algún defecto. Voy a dejar a un lado temas como la mala ortografía, pero hay otras que no dejaré pasar.

Nadie dijo que vivir fuera algo sencillo. De hecho, he aprendido en estos diecinueve años que para poder estar en un buen momento, hay que saber pasarlo mal. ¿Qué coño estamos haciendo con nuestras vidas si para evitar pasarlo mal fumamos marihuana continuamente? Me parece igual de patético que el borracho que bebe durante todas las noches con la intención de ponerse "contento". Hay que saber capear los malos momentos para posteriormente poder disfrutar de los días de primavera con la máxima plenitud.