jueves, 16 de enero de 2014

Sweet.

Pongamos en práctica la perfección: vamos a combinar tus ojos azules con los verdes míos. Ahora cierra los ojos, bésame y visualiza que somos dos críos de diez años jugando a enamorarnos.

Tú juegas a acariciarme las mejillas y a agarrarme sensualmente del pelo mientras yo dejo perdidas mis manos por tus brazos. El sol sale todos los días, a veces está eclipsado por la luna, y en otras ocasiones es eclipsado por las nubes, pero siempre sale porque tú sonríes, desde el momento en el que el rock suena de tu despertador para levantarte hasta que tu móvil recibe entrada la madrugada un mensaje mío de WhatSapp diciendo: "Buenas noches, pequeña."

Yo juego a susurrarte secretos al oido, como cuando éramos dos locos enanos que corríamos sin sentido alguno a sitios escondidos para propinarnos pequeños pero sinceros besos en nuestros rostros, aunque de vez en cuando se escapa uno de tus labios. Yo juego, juego mucho a quererte con todas mis fuerzas, y juego tanto que cuando no te tengo cerca, más te quiero aún junto a mí.

Juego a pensar que eres caramelo, caramelo dulce de café, caramelo que endulza la vida, caramelo que alivia mis suspiros. Caramelo que hace todavía más perfecta a gente como Sabina, Green Day o Queen. Caramelo que me provoca el insomnio más feliz del mundo.

martes, 7 de enero de 2014

Año nuevo, vida misma.

Ayer escuché en la radio una teoría que me encendió la inquietud: para tener algo debes desearlo con muchas ganas, y para alimentar esas ganas incluso debemos dejar de tenerlo. Esta es la formula que ocurre con los grandes caprichos. Con caprichos llamados chocolate, sexo, o amanecer.

Mi voz dormida ahí se encuentra, acompañando a la lluvia que ha traído consigo el año nuevo, con la ilusión apagada como los petardos fallidos que complementan el suelo de las calles, sin emoción de ni querer hablar ni conocer a gente nueva, mandando casi a la mierda a gente que ha intentado conocerme, gente que solo tengo palabras buenas hacia esas personas, y que tanto mi complejidad como mi enorme coraza lo han impedido.

No sé por qué todo esto. Creo que no le he hecho nada a nadie. No sé por qué levantarme con arcadas todas las mañanas. No sé por qué no soy capaz de dormir decentemente durante dos días consecutivos, ni de tener capacidad suficiente para vencer a la ansiedad. Sólo tengo un deseo y ese deseo es el de ir a un lugar mejor.

A veces echo de menos sonreír e intentar levantarme para seguir con mi camino, pero todos estos brotes verdes de esperanza se ven completamente desvanecidos y devorados por la rutina: la vuelta al instituto, acudir a clase sin dormir apenas antes de levantarme a horas vespertinas. O lo que es lo mismo, en esta sociedad soy un café descafeinado situado entre montones de personas sobremotivadas a través de la cafeína, el azúcar y la sacarina.

Lo dicho, deseo tanto algo que por tenerlo prescindiré de ello durante un rato. A ver cuanto duro...