miércoles, 30 de octubre de 2013

Día enésimo.

Ayer volví a llorar. No sé cuantos días seguidos llevo ya llorando. El mundo por momentos se me hace demasiado grande, y me sale una sensación sonrojante y angustiosa de sentirme solo. Sé de donde vengo, pero no adonde voy. Y cada día mi vida gira más a Dios sabe donde. Voy hacia callejones cerrados. Todo ello a pesar de aprobar exámenes con buena nota, a pesar de lograr mi enmienda de hacer sonreír a todo el mundo. Todos ellos creen conocerme por compartir momentos del día, pero, ¿quién ha tratado de conocerme verdaderamente?, ¿quién ha intentado valorarme alguna vez de forma sincera en este entorno universal de mentiras, hipocresía y falsedad?

Lo peor de todo no es que llore, lo peor es que es  no es algo nuevo que sorprenda. Comienza a ser una vida sin emoción, cuyas consecuencias sobre mi cuerpo son totalmente de connotación negativa: este estado de brutal ansiedad me hace comer, comer, y comer. Disfrutar de unos placeres de la vida, pero sin disfrutar, y eso borra el placer. Mis uñas también pagan las consecuencias de toda esta mierda, y las ojeras de mis ojos se agigantan noche a noche. Mi vida a estas alturas es tan sufridora que la ansiedad impresionante que tengo ahora mismo, nadie es capaz de verla, y ésta hace daño poco a poco, en vez de causar ataques de ansiedad.

¿Cuánto llevo ya así? ¿Tres meses, medio año? Mi vida hace tiempo que es así, y nadie es capaz de poner un punto y final a todo esto. Nadie es capaz de observar nada detrás del ansía con que leo o hablo en público, o me muerdo el labio inferior. Al día siguiente me levanto y es más de lo mismo; noches eternas con insomnio que acaba a la hora de levantarse. Y te levantas agotado, mirándote al espejo y esperando que te muestre un resquicio de optimismo. Pero los espejos reflejan la realidad sincera de las cosas.


Tengo la sensación de tener un mareo tremendo y un desgaste psicológico brutal que me da mucho vértigo al intentar levantar la mirada y mirar al frente. De estas sensaciones de sentirse un círculo cerrado con las rodillas flexionadas, los brazos apoyados en las rodillas y mirando al suelo. De estas sensaciones como sentirse un sudor frío en pleno invierno, como sentir el agobio de tener que escribir dos líneas en un mismo verso donde solo cabe una.

sábado, 19 de octubre de 2013

Orgasmos cortos.

No seré yo el que levante la voz para decir que fumar o saltarse las reglas sea algo malo desde un punto de vista ético. No. No, por el simple hecho de que entiendo perfectamente esa necesidad de adrenalina, esa sensación de pasar de 0 a 100 en pocos segundos.

Lo entiendo, porque siento ese impulso al hablar con ella, al mirar sus ojos color océano. Lo entiendo, porque con ella mis hormonas se disparan, creando una tensión sexual que despide momentánea la parte romántica y dulce que hay dentro de mí, despertando a la fiera salva,e y picaresca que reside dentro de mis boxers. Lo entiendo, porque siento la provocación en su mirada, y siento las ganas de morderle sus labios carnosos mientras ambos morimos de placer.  Lo entiendo, porque ella alimenta mi placer de forma adrede, o no, cuando se rasca su espalda, dejándola desnuda, y la sombra mezclada con mis brazos hacen que un ángel vuele sobre ella. Lo entiendo, porque cuando gemimos a nuestras anchas al aire libre después de habernos fumado varios porros, lo hacemos con una de las mejores sonrisas placenteras. Lo entiendo, porque cuando ella llega al orgasmo yo siento que tanto placer me va a dar un infarto. Lo entiendo, porque con ella aprendí a descubrir que el sexo con amor se basa en un puro sentimiento, y que el sexo sin amor, es aquel basado en un "aquí te pillo, aquí te mato, vamos a comportarnos mal hasta sobrepasar los límites."

domingo, 13 de octubre de 2013

Diez mil miradas para diez mil canciones con diez mil sensaciones.

La música es esencial por diversos motivos: es la mejor droga que nos ayuda a revitalizarnos cuando tenemos un mal día. Nos da energías que sacamos de la nada, gracias a la adrenalina, cuando nos sentimos rendidos por agotamiento. Si todo esto a usted, querida persona que está leyendo esto, le sirve de poco, le añadiré que la música también sirve como resaca perfecta de las malas borracheras amorosas. Sin sufrimiento no hay felicidad, y el sufrimiento que la música ofrece son un par de tímidas lágrimas que caen de nuestros ojos marrones recordando el millón de luces brindado por una persona que en su día lo fue todo para ti, y hoy ya no es nada. No es nada, y un día fue el millón de luces que te dio todo, aquella persona que era la actriz protagonista de tu teatro, y hoy no es nada, ni como actriz principal ni como actriz secundaria. Hoy solo es la ceniza que queda en el suelo y que el tiempo se encargará de barrer.
Este es el puntito de nostalgia que ofrece la música. Un puntito rodeado de alegría marcado en un entorno de pianos y guitarras eléctricas que suenan a estrellas fugaces con forma de lunares marcados en tus venas. ¿Y qué hay detrás de las venas? Seguramente estarán los miles de tarareos de aquellas mismas canciones con las que nos vamos a dormir, y nos levantamos horas después. Sonará a locura, pero hay gente, como un servidor, que simplemente ama a la música porque muchas veces las letras que estas ofrecen, ayudan a decir cosas que no somos capaces de decir con nuestra propia garganta. Porque muchas veces funciona como amiga, y otras como enemiga, pero esa enemiga que sabe que detrás del odio se esconde la necesidad de un abrazo. Aquella que sabe que por mucho que las cosas giren, ese odio empieza y acaba en el punto de origen, en el cero, en que todo comenzó.

Amo la música simplemente porque me parece algo transparente, como un ser humano. Podrán decir alguno de ustedes que la música no tiene ningún tipo de alma. Seré un loco, un masoquista, un irracional, pero para mí el propio alma de la música, se llama música, y cada día que pasa, se mantiene mucho más viva que nunca.

PD- Esto va por las 10.000 visitas que recibe este humildísimo blog. 10.000 gracias a todos los que hacéis esto posible. Muchísimas gracias a los que leéis todo lo que gira por mi corazón, por mi cerebro. Y simplemente, sois grandes.

domingo, 6 de octubre de 2013

Smoking love

Esperó a que la burbuja de humo de la cachimba desapareciera para aparecer entre aquel humo con saber a fresa. La esperaba con beso dulce y sincero, despejado de complejos e inquietudes. Un beso con tanta claridad como el azul revuelto con verde de sus ojos. Ella con su risa evaporada en humo no esperaba aquella caricia de mis labios. No quería regalar la dulzura de sus labios a cualquiera. Él había conquistado su tímida sonrisa ganando su confianza en esas gélidas tardes otoñales que recaían sobre los domingos.

Ella, siempre empeñada en la idea de no querer dejarse llevar, cuando estaba con él todo iba sobre ruedas, se soltaba el pelo y se dejaba llevar entre esas rachas de viento. Consiguió hacerla valorar todo aquello de sí misma que odió en el pasado. La amó de una manera tan valiente que acariciaba su colgante como si fuera su pecho, anestesiando su dolor con abrazos.

Harta de tantísimas noches preguntándose dónde estaba su sitio en el mundo encontró la respuesta en los brazos de él. Él era el paracaídas que evitaba una y otra vez su caída al precipicio. Como el cigarro de chocolate que contagiaba su risa, se soltaba la trenza de su coleta de color moreno natural de una forma tan sensual, como si fuera la bufanda más sensible de acariciar. 

El humo seguía expandiéndose por esa habitación de persianas bajadas, con el sol enrojeciéndose antes de llegar las estrellas acompañando a aquella bola blanca repleta de pecas llamada luna. La besó por segunda vez, y se desposó de su reloj, quitándose a continuación el jersey. La cachimba todavía tenía cuerda para rato, pero ya pasó a un segundo plano.