lunes, 14 de septiembre de 2015

"Que yo no tengo la culpa de verte caer".

Pues ya está aquí la decimosexta edición de Gran Hermano. Cada año peor, cada año más seguido. Conducido por la insoportable Mercedes Milá, ya tenemos otra vez todos los jueves la misma basura de siempre. ¿Quién se presenta a tal show? Pues creo que el único requisito imprescindible es el de ser personas que tienen la ESO y como mucho el Bachillerato. Son personas anónimas con montones de diferencias entre ellos que buscan ganarse su sitio en el mundo de la fama siendo en teoría "las mejores personas".  Si las quince ediciones me han importado un comino, en esta edición, que se ¿diferencia? de las otras por ser la edición en la que todos los concursantes tienen secretos, no me ha causado indiferencia porque participa alguien a quien conozco.

Hacía años que no sabía de ese alguien. Quizás porque yo no quise o quizás porque así lo quiso el destino. Cuando mi hermana me dijo que creía que era él sentía curiosidad, por volver a verle, pero ese momento no ha llegado porque lo han presentado como "el concursante invisible", muy irónico teniendo en cuenta que es una persona de color. Esa intriga la aliviaron las redes sociales, que en menos de un suspiro habían convertido al "personaje invisible" en el concursante más conocido de la edición y al que menos planos le había dedicado la caja tonta. Las redes sociales aportaban todo tipo de fotos con modelos, jugadores de fútbol y comentarios sobre el susodicho. Uno de estos comentarios rezaba: "quien sea de Sevilla y no conozca a Muti, es que no ha ido mucho a las discotecas de Sevilla". Tal comentario me mató. ¿Realmente ese chiquillo se siente orgulloso de que la gente le conozca por cosas así? Supongo que sí. Pero desde luego a mí no me gustaría que mi hijo supiera quién es su padre por lo que hace en las discotecas y sí por lo que ha hecho en la vida. 

Resultado de imagen de mercedes mila gh16En cierta manera entiendo a quien se presenta a tales circos. Son las oportunidades de sus vidas de ganarse la vida cómoda, la vida de famoseo, la vida de iluso, de rey inmerecido del mambo. Y encima el premio del concurso son 300.000 euros, poca broma. Pero, ¿realmente vale más la pena eso? A mí nadie me ha regalado nada o casi nada en la vida. Y encima probablemente nunca vaya a ganar tanto dinero. Sin embargo todo lo que tengo me lo he ganado con esfuerzo y trabajo, sufriendo, con nudos en la garganta y sacando siempre las cosas adelante, sea como sea. Todo ello me hace sentirme mucho más orgulloso que ellos. Ellos saben mucho de algo, que en una ecuación sería igual a cero, y yo sé un poco de todo. Sin embargo todos sabemos que causa mayor satisfacción aquello que se gana con mucho sacrificio a aquellas cosas que se logran sin sudar apenas.

Dice la presentadora de esa aberración televisiva (la misma presentadora a la que Francisco Umbral mandó a pastar por no hablar de su libro) que aquel concursante que no fuera capaz de cumplir la dinámica de "secretitos" del programa y que saliera ganador del mismo se le podría aplicar una resta de 100.000 euros del premio y donarlos a una causa benéfica. Una buena causa benéfica podría ser que se aplicara ese dinero a que los concursantes aprendieran a leer, a saber que Cáceres está en Extremadura y no en Andalucía, o que les dieran un poquito de educación. Eso sí sería benéfico.