viernes, 14 de noviembre de 2014

Denominación de Origen.

Yo soy de los que piensan que la clase institucional española pasa por la crisis más déspota desde que nos democratizamos. Para mí, los payasos del siglo XXI son aquellos hombres encorbatados que dirigen un país, un banco, una entidad o el simple equipo de petanca de mi barrio. No tienen ni santa idea de cómo gestionar un producto muy valioso, que cuenta con un puñado de fieles peregrinos.

El Baloncesto Sevilla es algo segundario en esta ciudad totalmente desdibujada por aquella masa apasionante tanto en la barriada de Nervión como en Heliópolis. En el pequeño y humilde barrio de San Pablo, el fútbol no es nada comparado con su cofradía, y ese equipo de baloncesto: nuestro Caja, como le llamábamos hasta este verano, o Baloncesto Sevilla o Sevilla Baloncesto como unos cuantos mamarrachos quieren que lo llamemos ahora. Unos mamarrachos de un fondo inversor que compraron un equipo para invertir y ganar dinero en un deporte que en este país es sinónimo de arruinamiento puesto que apenas genera beneficios. Un equipo, que brillaba por su juventud, a pesar de un inicio titubeante en el que se pedía la cabeza del entrenador, y al que casi se le acaba sacando a hombros junto varios diamantes con el futuro más ilusionante del mundo por delante.

Cuando este grupo compra el club, prometen una continuidad, que ha sido más opaca que el programa electoral del PP. Lo primero que hacen es elegir un técnico inexperto, estadounidense, que no puede pisar un banquillo español por asuntos burocráticos. Con él llegan diversos compatriotas suyos para sustituir a los talentos del año anterior, algunos descartados por altura, o cuestiones similares.

La competición se inicia, y, aquel equipo tan sólido defensivamente en pretemporada, se convierte en una verbena defensiva donde todos atacan por su cuenta, sin ninguna intención de jugar en equipo y con una defensa propia de un patio de colegio.  Todo ello dirigido desde un banquillo donde en liga nadie se levanta como protesta  ante la situación de su entrenador. Todo muy maduro, sí. Un 1-5 en ACB y tres derrotas europeas consecutivas son el balance, con muchas derrotas humillantes es el espectacular inicio de este equipo donde solo brilla el producto europeo-nacional, es decir, el que había antaño más un par de retoques, o lo que es lo mismo, la DENOMINACIÓN DE ORIGEN, ya que los americanos no brillan por falta de calidad o porque simplemente prefieren dedicarse a temas extradeportivos.

Aunque el CB Sevilla sea algo minoritario en la ciudad hispalense, su hinchada va “in crecento”. Y aunque seamos pocos, si algo no nos gusta, nos vamos a quejar, aunque traten de hacernos callar, vamos a quejarnos hasta lograr lo que nos proponemos. Si no nos gusta el técnico, vamos a sacar el pañuelo hasta lograr que lo cesen. Porque aunque seamos pocos siempre vamos a estar ahí todos los domingos, a pesar del Sevilla Fútbol Club, a pesar del Real Betis Balompié.

El CB Sevilla no puede permitirse seguir siendo apalizado por cada ciudad ACB o europea que pisa y pretendan hacernos callar la boca con una camisetita en los tiempos muertos o con una charanga, que a este paso, el día que se nos muera el Caja también van a tener que estar ahí para tocar la marcha fúnebre. No se puede permitir tampoco mantener un técnico ilegal con la ley en la mano, e incapaz de manejar la situación, mostrando que está perdido al rotar en tres minutos a sus tres pívots, o equivocándose a la hora de dar el quinteto inicial.

El CB Sevilla no puede permitirse mantener a jugadores cuyo rendimiento es nulo, creando además mucho malestar en el vestuario. No doy nombres, pero solo decir que hace un año los jugadores decisivos eran los jugadores extracomunitarios, y este… Pues eso.

Y sobre todo, lo más importante. El CB Sevilla no puede seguir consintiendo el seguir soportando a una directiva que espera al último suspiro de la entidad para matarlo definitivamente. No se puede permitir que aguanten al entrenador, que no corten a ciertos jugadores sin capacidad ni voluntad. ¿Qué están haciendo con el Caja, me pregunto? Porque el bien no. Solo miren al palco durante los partidos. No hay ni diez personas. Galilea, prefiere trifulcas con la afición a asumir la responsabilidad. El jefe del fondo inversor acude a San Pablo a echar el rato.


¿Y el resto? La afición. Los que vemos triunfar a distancia a Aíto, Bramforth o Landry, mientras en San Pablo nos dejamos las uñas y la garganta viendo perder y perder a este equipo. Si quieren matar al club, liquídenlo ya, pero no lo hagan agonizar, que ya es demasiada crueldad. De mientras, nos conformaremos con marcadores nuevos e inútiles “defiende San Pablo”.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Volver.

Volver.

Volver siempre es amargo. Volver a casa tras una semana en la playa. Volver al colegio después de tres meses de verano que se han pasado en menos de lo que dura un cigarro. Volver además de ser duro, es desagradable. Volver con una ex. Volver navidad tras navidad a casa de los suegros. Volver puede ser dulce, pero para volver hemos de ir, y el amargo sabor de ir vence al de volver. Nos vamos al infierno como castigo de no haber sabido hacer nuestro trabajo y volvemos para cometer otra vez las mismas tonterías. Por eso hay gente que tiene que volver a la autoescuela a volver a sacarse el carné, al pasado triste para salir adelante. A veces no queremos volver, pero si vamos de copilotos no nos vamos a tirar por la ventana en mitad del desierto, supongo.

Volver es complicado, nunca somos capaces de volver solos. Si hay algo que nos hace imperfectos a los humanos es que las decisiones fundamentales nunca somos capaces de tomarlas solos. Además volver puede ser transcendental de cara al futuro, te puede dejar tocado para toda la vida. Por eso también es peligroso, porque juegas con fuego, y te puedes quemar muy probablemente. También volver es repetitivo para algunos. Como para los políticos. Los políticos solo piensan en volver, pero volver a robar mientras los populistas vienen, y si no triunfan, pues vuelven por donde han venido.

Normalmente, si alguien vuelve es para quedarse, o eso dicen los que han vivido más que yo, que son unos cuantos. A mí el volver de la gente me da igual. Me da igual que vuelvas para enamorarme, para hacerme una tortilla francesa o para deshacer tus maletas de nuevo. Lo que no acepto son las vueltas por las puertas esas que giran tanto entre las empresas y la política. Tampoco permito a esa gente con la intención de cambiar todas nuestras maneras cotidianas para imponer las suyas en dos días. Mi vida es mía, y por muy loco que esté enamorado de alguien jamás le entregaré completamente mi vida para que haga y deshaga como se le antoje.