martes, 26 de junio de 2012

2x1


La gente siempre ha pensado que vivir era una tarea tan fácil como doblar un trapo. Nunca se han parado a pesar en que hay muchas cosas que las convierten en mucho más compleja de lo que aparenta. El que un día se vayan tus padres y te encuentres solo entre este multitud de gente desconocida, que un día el calor te juegue una mala pasada que te lleve al hospital, o que te veas un día en números rojos y entres en depresión por no tener suficientes ahorros como para afrontar la situación.

En cambio, la gente a lo que más miedo tienen es a enamorarse. A que de un día para otro su vida esté en manos de una persona la cual no sabe ni su nombre, ni en qué zona de la ciudad vive, ni siquiera si comparten gustos musicales semejantes. En este punto de la situación, la gente cabezota se tira largos tiempos de reflexión buscando millones de ecuaciones para que él la mire, o ella le hable a él. La más mínima tontería de apariencia inútil pero pueda ser capaz como para cambiar sus vidas. Para definir sus destinos. En cambio, la gente pasota se olvidan de estas personas como el ladrón que ya no recuerda la cara de la mujer a la que le robó el bolso.

Otro miedo que provoca el amor es ese temor a que tras entrar a esa persona, desaparezca para siempre, y no pares de encontrar el por qué en que le asustaste con tu rostro, o que no le parecías lo decentemente atractiv@. Ese adiós aunque para él o ella no importe, a ti te puede crear depresiones profundas, ya que a veces una incógnita del calibre de si su voz se asemejerá más al de una niña que al de una mujer o si sus anillos son solamente para adornar o hay una historia detrás de ellos te pueden hacer vivir con la esperanza de que un día compartáis vida, casa, que vuestros hijos se llamen Myriam o Álvaro.

lunes, 18 de junio de 2012

Antes De Que Cuente Diez


Suena el timbre al que tantas veces estoy acostumbrado.  Es el último lunes del curso, y a pesar de ser el único lunes en que haya clase en tres meses, es un lunes normal, de estos que empiezan mal desde que te levantas de la cama al ser lunes de verano. La noche anterior el sueño disminuyó de forma notable debido a los mosquitos puñeteros que dificultan nuestros complacientes sueños, y por el sofocante calor que a veces hace en la ciudad más maravillosa del mundo que es Sevilla.


Al levantarme, me sentía tan fatigado que cuando el cuerpo intentó ponerse en forma vertical, cayó de nuevo en la cama, solicitando una última cabezada, un último sueño profundo. Tras pasar esta díficil fase de levantarse, me ducho me visto y me voy al colegio. Durante el día las malas noticias continúan. Historia, matemáticas, química... A sabiendas de que no me daran el título de la E.S.O mi moral se derrumba como un día cayó el Muro de Berlín. Además, te jode que gente que no merece sacarse el curso lo logre, sin haber hecho nada en estos duros nueve meses.


Tras esto, volvemos a cuando suena el timbre. Su sonido se reproduce, y deseas salir de esa jaula, en busca de paz y libertad, pero sin embargo cuando bajas esos 3 escalones que tantas veces has pasado sin ningún tipo de problema, hoy te juegan una mala pasada y te caes en el último de ellos. Te observan decenas de personas que se mofan de ti debido a un fallo que quizás podrías haber evitado, y quizás tampoco fue culpa tuya. 


Cuando sales por fín, el sofocante calor continúa en tu camino hacia la parada del autobús. El 22 tarda sus 10 minutos diarios, y como de costumbre, viene lleno de personas, de vidas, de hombres y de mujeres. El trayecto parece normal, aunque un par de veces haya habido un mal freno que casi te provoca otra caída. Cuando estás llegando a tu parada de salida, todo cambia. En tu Ipod suena la canción perfecta. Comienza con los acordes magistrales de una guitarra eléctrica seguida de un saxofón perfecto. La letra es optimista y muy optimista, logra que te olvides de todo lo que pasó durante el día, que sonrias lo que no has podido hacer debido a un mal día.

domingo, 10 de junio de 2012

quemado


El olor a quemado además de olor, ya es visible. El destino lo ha abrasado todo con su fuego. Los cristales de la habitación celeste dónde dormiría tu futuro hijo. El balcón dónde las noches de verano se convertirían en algo menos calurosas por la brisa que acompaña a la noche en verano antes del sofocante calor de la hora de dormir. Ha quemado todos tus sueños, tus ilusiones, las cosas que antes te hacían disfrutar como loco y que ahora no te hacen ni la quinta parte de cosquilleo que te hacía antaño.


El juguetón destino te ha deparado uno de los finales más brutales que existe. Uno de esos finales que pone a prueba a las personas. Te ha deparado un final al que muy pocos logran sobrevivir, mientras otros no son capaces de soportar esa presión en sus hombros, y en sus débiles mentalidades. 


El destino te ha hecho descubrir en el pasaje más rápido que se recuerda en tu vida lo que es la madurez, el amor, el sexo, la vida, las peleas, las reconciliaciones... Apenas te ha dado tiempo a disfrutar de tu juventud, de disfrutar de una época en la que equivocarse es algo que no trae consecuencias. De disfrutar de los ojos de las chicas guapas de tu clase o de jugar un último partido de fútbol con tus amigos. 


El fuego comenzó muy pronto, y se fue acentúando poco a poco. Cocinandose, como si estuviera descubriendo el final de tu vida.


Pero qué más da todo. Ya todo es fuego, llamas, nada.