Hacía años que no sabía de ese alguien. Quizás porque yo no quise o quizás porque así lo quiso el destino. Cuando mi hermana me dijo que creía que era él sentía curiosidad, por volver a verle, pero ese momento no ha llegado porque lo han presentado como "el concursante invisible", muy irónico teniendo en cuenta que es una persona de color. Esa intriga la aliviaron las redes sociales, que en menos de un suspiro habían convertido al "personaje invisible" en el concursante más conocido de la edición y al que menos planos le había dedicado la caja tonta. Las redes sociales aportaban todo tipo de fotos con modelos, jugadores de fútbol y comentarios sobre el susodicho. Uno de estos comentarios rezaba: "quien sea de Sevilla y no conozca a Muti, es que no ha ido mucho a las discotecas de Sevilla". Tal comentario me mató. ¿Realmente ese chiquillo se siente orgulloso de que la gente le conozca por cosas así? Supongo que sí. Pero desde luego a mí no me gustaría que mi hijo supiera quién es su padre por lo que hace en las discotecas y sí por lo que ha hecho en la vida.
Dice la presentadora de esa aberración televisiva (la misma presentadora a la que Francisco Umbral mandó a pastar por no hablar de su libro) que aquel concursante que no fuera capaz de cumplir la dinámica de "secretitos" del programa y que saliera ganador del mismo se le podría aplicar una resta de 100.000 euros del premio y donarlos a una causa benéfica. Una buena causa benéfica podría ser que se aplicara ese dinero a que los concursantes aprendieran a leer, a saber que Cáceres está en Extremadura y no en Andalucía, o que les dieran un poquito de educación. Eso sí sería benéfico.