domingo, 4 de noviembre de 2012

Lluvia pintada.


Está lloviendo a cántaros. Las tormentas se agolpan una tras otra en el cielo grisáceo, los truenos suenan uno más fuerte que el anterior, pero con mucha menos fuerza que el siguiente. No he podido salir de casa para poder verte, ni correr contigo bajo la lluvia, acariciarte cuando un rayo lejano aparecía en el cielo.
Como no he podido verte, hice algo estúpido. Cuando una llega a una edad, se da cuenta de que las únicas personas capaces de realizar actos estúpidos por las personas de las que se sienten atraídas son los enamorados. Cogí un folio en blanco que estaba sobre la nada en medio de la mesa del salón, y a continuación fui a por un lápiz. La estúpidez consistía en plasmar sobre la hoja blanca un retrato tuyo. Nunca he sido de ser un pintor decente, y es más, siempre cuando daba Educación Plástica y teníamos que colorear, a veces me salía. Pero estoy seguro que saldrá bien, porque tú eres la propia motivación para hacerlo.

Empecé por tu pelo largo castaño. Lo trataba de dibujar de la misma manera que lo tienes cuando el viento lo mueve cuando caminas y lo luces por la calle. Trataba de hacerlo perfecto, de que tu pelo terminara justo en tus hombros. Seguí por tu cara. Es díficil intentar hacer competencia a una de las mayores bellezas que ha creado la humanidad como es tu rostro, con un dibujo tuyo. Tus ojos verdes tímidos y profundos, fue lo que mejor me salió. Me siento tan identificado con ellos, que no me hizo falta ni hacerme la idea de cómo hacerlo. Me salieron solos, cuando hemos estado tus labios frente a los míos, los míos frente a los tuyos, antes de besarte he puesto mis ojos corrientes marrones frente a tus sobrenaturales ojos verdes, y es un recuerdo instantáneo con el que te levantas todas las mañanas para ser feliz.

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