domingo, 10 de junio de 2012

quemado


El olor a quemado además de olor, ya es visible. El destino lo ha abrasado todo con su fuego. Los cristales de la habitación celeste dónde dormiría tu futuro hijo. El balcón dónde las noches de verano se convertirían en algo menos calurosas por la brisa que acompaña a la noche en verano antes del sofocante calor de la hora de dormir. Ha quemado todos tus sueños, tus ilusiones, las cosas que antes te hacían disfrutar como loco y que ahora no te hacen ni la quinta parte de cosquilleo que te hacía antaño.


El juguetón destino te ha deparado uno de los finales más brutales que existe. Uno de esos finales que pone a prueba a las personas. Te ha deparado un final al que muy pocos logran sobrevivir, mientras otros no son capaces de soportar esa presión en sus hombros, y en sus débiles mentalidades. 


El destino te ha hecho descubrir en el pasaje más rápido que se recuerda en tu vida lo que es la madurez, el amor, el sexo, la vida, las peleas, las reconciliaciones... Apenas te ha dado tiempo a disfrutar de tu juventud, de disfrutar de una época en la que equivocarse es algo que no trae consecuencias. De disfrutar de los ojos de las chicas guapas de tu clase o de jugar un último partido de fútbol con tus amigos. 


El fuego comenzó muy pronto, y se fue acentúando poco a poco. Cocinandose, como si estuviera descubriendo el final de tu vida.


Pero qué más da todo. Ya todo es fuego, llamas, nada.

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