Once meses y algunos días sueltos que el verano se ha
olvidado de recoger. Once meses que cambiaron nuestras vidas: la suya, la
nuestra, y la mía. Once meses donde ella ha crecido como persona, como mujer, y
que han ayudado a crecerme a mí como persona, aunque manteniendo aquellos
defectos tan estúpidos que yo tengo. El caso es que once meses acompañado de
sus días sueltos, estoy a 48 horas de que ella pise suelo sevillano. Es el
sueño, y debería serlo de todo sevillano/a que la conozca, el mío también. También,
aunque ahora se ha convertido entre un debato sobre si es un sueño o una
pesadilla.
Yo quiero verla. Yo hasta nunca he sentido una felicidad en
su máximo esplendor en mi vida. Lo más cercano a toda esa sensación la he
sentido con ella. Ella ha sido lo más dulce que me ha ocurrido, y posiblemente
también lo más amargo, pero prefiero quedarme con su lado bueno. A mí me
encantaría sentirla cerca, abrazarla, darle dos besos y pasar un día eterno con
ella. Pero, ¿estoy preparado? Ha pasado casi un año, un año donde por momentos
lo he sentido superado y por otros momentos, la he tenido en la cabeza continuamente.
Sinceramente, no, no lo tengo superado. No estoy preparado para lo que pueda
pasar.
También me monto paranoias creyendo que ella quiere verme,
cuando simplemente me ha dicho que va a estar un día aquí, con sus amigos. Con
sus amigos, otro factor que me hace no arriesgar, aunque “nunca se puede tener
teta y sopa”. Es una putada porque tanto ella como yo somos posiblemente las
dos personas más tímidas del mundo.
No sé si quiero verla, no sé si me gusta, solo sé que estoy
al borde de un ataque de nervios porque el viernes viene. Porque el viernes
viene con toda su belleza a hacerle competencia a una de las ciudades más
bonitas del mundo. Yo solo sé que no tengo ni puta idea de qué hacer. Yo sólo
sé que últimamente me he sentido tan loco que la he sentido cerca siempre,
incluso hablando con otras personas. Yo solo sé que sin querer le estoy
haciendo daño a otra persona, y yo solo sé que está situación me está
desbordando. Y últimamente no hago más que repetirme una frase del poema que
nunca me canso de recitar.
‘Y sólo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de
su nombre.’
No hay comentarios:
Publicar un comentario