jueves, 10 de julio de 2014

Teta y sopa.

Once meses y algunos días sueltos que el verano se ha olvidado de recoger. Once meses que cambiaron nuestras vidas: la suya, la nuestra, y la mía. Once meses donde ella ha crecido como persona, como mujer, y que han ayudado a crecerme a mí como persona, aunque manteniendo aquellos defectos tan estúpidos que yo tengo. El caso es que once meses acompañado de sus días sueltos, estoy a 48 horas de que ella pise suelo sevillano. Es el sueño, y debería serlo de todo sevillano/a que la conozca, el mío también. También, aunque ahora se ha convertido entre un debato sobre si es un sueño o una pesadilla.
Yo quiero verla. Yo hasta nunca he sentido una felicidad en su máximo esplendor en mi vida. Lo más cercano a toda esa sensación la he sentido con ella. Ella ha sido lo más dulce que me ha ocurrido, y posiblemente también lo más amargo, pero prefiero quedarme con su lado bueno. A mí me encantaría sentirla cerca, abrazarla, darle dos besos y pasar un día eterno con ella. Pero, ¿estoy preparado? Ha pasado casi un año, un año donde por momentos lo he sentido superado y por otros momentos, la he tenido en la cabeza continuamente. Sinceramente, no, no lo tengo superado. No estoy preparado para lo que pueda pasar.
También me monto paranoias creyendo que ella quiere verme, cuando simplemente me ha dicho que va a estar un día aquí, con sus amigos. Con sus amigos, otro factor que me hace no arriesgar, aunque “nunca se puede tener teta y sopa”. Es una putada porque tanto ella como yo somos posiblemente las dos personas más tímidas del mundo.
No sé si quiero verla, no sé si me gusta, solo sé que estoy al borde de un ataque de nervios porque el viernes viene. Porque el viernes viene con toda su belleza a hacerle competencia a una de las ciudades más bonitas del mundo. Yo solo sé que no tengo ni puta idea de qué hacer. Yo sólo sé que últimamente me he sentido tan loco que la he sentido cerca siempre, incluso hablando con otras personas. Yo solo sé que sin querer le estoy haciendo daño a otra persona, y yo solo sé que está situación me está desbordando. Y últimamente no hago más que repetirme una frase del poema que nunca me canso de recitar.

‘Y sólo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.’

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