Cuando me tiran al suelo y me derrumbo, soy una persona muy
difícil de levantar y ser capaz de recordar sus puntos fuertes. Pero llevo un
tiempo en el que cada vez que me han tirado o me he tropezado, tú has sido la
primera persona en darme la mano, coger, levantarme y recordarme que sea
fuerte. La primera en recordarme que intente tapar mi inseguridad, que intente
tener una mirada penetrante y profunda, que haga de mí una persona segura. Que recupere
aquella mirada con la que logré traspasar tus ojos para llegar al corazón,
aunque sean unos ojos marrones, que con el tiempo han perdido el brillo de la
ilusión para contagiarse de un tono melancólico y triste.
Sin embargo, de la misma forma que eres la primera en coger
y decirme que sea fuerte, también sé que vas a estar ahí todos los días. Los
días en los que todo salga de maravilla y los días en los que no dé pie con
bola. Sé que vas a estar ahí para recordarme que estoy sacando adelante mi
vida, sin tener apenas convicción en mí mismo, y que eso es algo que no todos
pueden decir. Estarás ahí para recordarme que aunque sea alguien más torpe y
con muchas más dificultades que el resto para hacer muchas cosas, estoy ahí,
haciéndolo quizás a la segunda o a la tercera vez pero intentándolo, sin darme
nunca por vencido. Tú me has enseñado a que cuanto más hablen de ti, más
motivación para cerrarles la boca hay. Tú me has enseñado a comprender que en
esta vida tendré mucho más éxito si sustituyo en mi lema de vida la palabra ‘paz’
por ‘guerra’.
Sé que estarás ahí, por mucho que yo sea un ser humano que
nada tiene que ver con la decencia, y que quizás en otra sociedad ahora mismo
viviría en la cárcel por revolucionario u otros delitos, pero tengo algo que te
hace volverte loca por mí, que te hace oler mi perfume y sentir ganas de
devorarnos y hacer el amor, durante todo el invierno.
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