viernes, 5 de septiembre de 2014

Agosto.

Cuando me tiran al suelo y me derrumbo, soy una persona muy difícil de levantar y ser capaz de recordar sus puntos fuertes. Pero llevo un tiempo en el que cada vez que me han tirado o me he tropezado, tú has sido la primera persona en darme la mano, coger, levantarme y recordarme que sea fuerte. La primera en recordarme que intente tapar mi inseguridad, que intente tener una mirada penetrante y profunda, que haga de mí una persona segura. Que recupere aquella mirada con la que logré traspasar tus ojos para llegar al corazón, aunque sean unos ojos marrones, que con el tiempo han perdido el brillo de la ilusión para contagiarse de un tono melancólico y triste.

Sin embargo, de la misma forma que eres la primera en coger y decirme que sea fuerte, también sé que vas a estar ahí todos los días. Los días en los que todo salga de maravilla y los días en los que no dé pie con bola. Sé que vas a estar ahí para recordarme que estoy sacando adelante mi vida, sin tener apenas convicción en mí mismo, y que eso es algo que no todos pueden decir. Estarás ahí para recordarme que aunque sea alguien más torpe y con muchas más dificultades que el resto para hacer muchas cosas, estoy ahí, haciéndolo quizás a la segunda o a la tercera vez pero intentándolo, sin darme nunca por vencido. Tú me has enseñado a que cuanto más hablen de ti, más motivación para cerrarles la boca hay. Tú me has enseñado a comprender que en esta vida tendré mucho más éxito si sustituyo en mi lema de vida la palabra ‘paz’ por ‘guerra’.


Sé que estarás ahí, por mucho que yo sea un ser humano que nada tiene que ver con la decencia, y que quizás en otra sociedad ahora mismo viviría en la cárcel por revolucionario u otros delitos, pero tengo algo que te hace volverte loca por mí, que te hace oler mi perfume y sentir ganas de devorarnos y hacer el amor, durante todo el invierno.

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