Recordando estos días el deleznable arbitraje de Vicandi
Garrido en Barcelona, se me viene a la cabeza una idea sobre cierto sector del
pueblo catalán que tengo desde no hace demasiado tiempo. El colegiado fue tan
descarado que sus decisiones recordaban a las que se tomaban en Madrid cuando
Franco quería que el Madrid ganara, fuese como fuese.
No es ninguna mentira decir que la política ya no tiene
líderes con carisma como eran Churchill, Roosevelt o Adolfo Suárez. El
presidente en funciones de la Generalitat catalana Artur Mas no es una
excepción. Mas pretende que su carisma se base en su legado, y que su legado
sea ser el héroe que logró fundar la República Independiente Catalana. Para
intentar lograr su misión, se aferra a su ya mítica “España ens (nos) roba”. Es
muy fácil decir que te quieres ir porque te están robando, lo que no es tan
sencillo es hablar de todo lo que se han llevado gente como la familia Pujol o
todo el dinero que ha desaparecido dentro de su partido político. Supongo que
para el señor Mas o tanto los Pujol como su partido o los considera españoles,
o no es que hayan robado nada, simplemente se lo han llevado prestado y ya lo
devolverán. Ya lo decía Göbbels, “una mentira repetida mil veces se convierte
en verdad”.
El pueblo también habló. En las últimas elecciones se
demostró que hay una clara división entre los partidarios de irse de España y
los que quieren quedarse. Y dentro de los independentistas también existe el
mensaje de odio hacia los españoles. ¿Odio por qué? Nadie lo sabe exactamente.
Según ellos, les miramos como apestados. Suena irónico cuando son ellos los que
quieren marcharse de nosotros. Son ellos los que se han creído el cuento de que
con la independencia van a ganar, cuando su presidente ha faltado mucho el
respeto y a propuesto poco. Quizás cuando quieran cambiar su opinión sea
demasiado tarde, y ojalá que no.
Habría que recordar que en Cataluña viven 7’5 millones de
habitantes. Si consiguen su independencia, tendrán un gobierno formado por un
partido de derechas con un carácter semifascista, un partido de izquierdas, y
uno de ultraizquierdas, o sea que de ahí puede salir de todo menos algo bueno.Y el pueblo catalán, como el español, necesita estar
ahora más unido que nunca, para poder recuperarnos de la crisis lo más pronto
posible. El pueblo catalán necesita un presidente que dé la cara por ellos con
medidas, y no alguien que por ser presidente se crea que habla en nombre de
todos sus ciudadanos.
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