“¿Saben? Mi vida era perfecta. Y gran parte de la palabra
perfecta se la podría atribuir a ella: no les voy a hablar de medias naranjas
ni de Romeos y Julietas, solamente voy a hablarles de gotas de agua: es
imposible que dos gotas de agua sean iguales. Como lo imposible es algo por
definición posible, apostaría todo el dinero que tengo y que posiblemente nunca
tendré en que somos iguales.
Tan similares que tardamos meses en enterarnos que éramos un
complemento perfecto para la otra persona: y si algo puedo decir es que antes
de ella perdía el tiempo en cualquier tontería, dejando la vida pasar, y desde
que apareció ella me di cuenta que cada segundo de nuestra vida es importante.
Aquella importancia hacía que quisiera vivir un ritmo alocado con ella, sin un
segundo que perder. Día a día, minuto a minuto, suspiro a suspiro me daba
cuenta que ella lo tenía todo: una belleza descomunal, un ingenio innato, y una
forma de hacerme enloquecer que nadie había conseguido hacer antes: como si
sacase de mi camisa un león hambriento por comerse su piel cada vez que la
desabrochase.
“Pero”. Putos “peros”. Casi siempre suele haber uno, y casi
siempre quieren significar algo malo. Por mucho que nos amábamos como locos sin
cabeza, cada uno tenía una forma de pensar. Ella quería viajar, conocer el
mundo, ir a ver sitios donde a lo mejor la gente conduce por la izquierda, o
lugares donde la gente calla más que habla. Y yo, pues no quería volar tanto, o
por lo menos no quería volar tan alto. El cuento de hadas de ella imaginaba un
final feliz fuera de casa, y yo lo veía de casa. Y yo hablándoles estos dos
párrafos y medio de sentimientos cuando no podíamos ser felices por nuestra
forma de pensar: qué macabro, ¿no?
Mi vida era tan perfecta que ahora les he cogido asco a los
aviones, a los programas esos de la televisión en los que sale gente de aquí
por todas partes del mundo, a las agencias de viaje… Mi vida era perfecta, aquí
con ella. Y mi vida aquí sin ella no llega casi ni al final del primer acto.
¿Saben qué será lo peor? Que nos amamos. Y que ella estará en cualquier lugar
del globo y sé que nos seguiremos amando. Y que cuando vuelva al país aunque
sea de manera efímera y nos crucemos por la calle no tendré la valentía para
mirarla a la cara, y sé que ella tampoco será capaz. Porque culpa tuvimos,
tenemos y tendremos los dos. Así es la vida, ella tan aerofilia y yo tan
aerofobia”
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