viernes, 6 de mayo de 2016

Aerofilia y aerofobia.

“¿Saben? Mi vida era perfecta. Y gran parte de la palabra perfecta se la podría atribuir a ella: no les voy a hablar de medias naranjas ni de Romeos y Julietas, solamente voy a hablarles de gotas de agua: es imposible que dos gotas de agua sean iguales. Como lo imposible es algo por definición posible, apostaría todo el dinero que tengo y que posiblemente nunca tendré en que somos iguales.

Tan similares que tardamos meses en enterarnos que éramos un complemento perfecto para la otra persona: y si algo puedo decir es que antes de ella perdía el tiempo en cualquier tontería, dejando la vida pasar, y desde que apareció ella me di cuenta que cada segundo de nuestra vida es importante. Aquella importancia hacía que quisiera vivir un ritmo alocado con ella, sin un segundo que perder. Día a día, minuto a minuto, suspiro a suspiro me daba cuenta que ella lo tenía todo: una belleza descomunal, un ingenio innato, y una forma de hacerme enloquecer que nadie había conseguido hacer antes: como si sacase de mi camisa un león hambriento por comerse su piel cada vez que la desabrochase.

“Pero”. Putos “peros”. Casi siempre suele haber uno, y casi siempre quieren significar algo malo. Por mucho que nos amábamos como locos sin cabeza, cada uno tenía una forma de pensar. Ella quería viajar, conocer el mundo, ir a ver sitios donde a lo mejor la gente conduce por la izquierda, o lugares donde la gente calla más que habla. Y yo, pues no quería volar tanto, o por lo menos no quería volar tan alto. El cuento de hadas de ella imaginaba un final feliz fuera de casa, y yo lo veía de casa. Y yo hablándoles estos dos párrafos y medio de sentimientos cuando no podíamos ser felices por nuestra forma de pensar: qué macabro, ¿no?


Mi vida era tan perfecta que ahora les he cogido asco a los aviones, a los programas esos de la televisión en los que sale gente de aquí por todas partes del mundo, a las agencias de viaje… Mi vida era perfecta, aquí con ella. Y mi vida aquí sin ella no llega casi ni al final del primer acto. ¿Saben qué será lo peor? Que nos amamos. Y que ella estará en cualquier lugar del globo y sé que nos seguiremos amando. Y que cuando vuelva al país aunque sea de manera efímera y nos crucemos por la calle no tendré la valentía para mirarla a la cara, y sé que ella tampoco será capaz. Porque culpa tuvimos, tenemos y tendremos los dos. Así es la vida, ella tan aerofilia y yo tan aerofobia” 

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