jueves, 21 de abril de 2016

Nunca dejes de creer

Dice mi profesor de psicología que usamos el deporte como modo de abstracción. Mientras vemos un partido de fútbol o de baloncesto no pensamos en política, no pensamos en nuestros dilemas personales o en qué vamos a hacer al día siguiente. Igualmente, el deporte es algo tan importante para nosotros porque simboliza un gran sentimiento con el que nosotros sentimos empatía.

Cada vez estoy más convencido que el equipo que mejor representa esa empatía es el Atlético de Madrid. El club colchonero desde antes de la llegada de su actual entrenador era un equipo de capa caída, instalado en la zona media a veces alta, y a veces baja, pero que su actual éxito tiene nombres y apellidos: Diego Pablo Simeone. El argentino ha conseguido gracias a la filosofía del Carpe Diem o del Partido a Partido instalar a sus jugadores en la élite del fútbol mundial, quizás sin tanto dinero (y jugadores que te hagan jugar a un juego de ataque) como los equipos de esta aristocracia pero sí con ambición, humildad y con espíritu de ganador.

Una diferencia importante de la que nadie se da cuenta es que los baches de Real Madrid y Barcelona es porque cuando juegan, atacan once y defienden ocho, porque ni Messi, ni Suárez ni Neymar defienden en Can Barça y ni Bale, ni Benzema, ni Cristiano Ronaldo defienden en el Bernabéu. Simeone ha hecho de su equipo una auténtica piña, donde nadie es indiscutible, donde todos corren por igual, y donde nadie es más importante que nadie. Simeone igualmente ha conseguido llevar a la hinchada de su equipo desde un pesimismo absoluto (aquella mítica frase de “¿por qué somos del Atleti?”), a malacostumbrarla a ganar o por lo menos a pelearles de tú a tú a los que antes casi les rendían pleitesía.

El caso más significativo del Efecto Simeone puede ser Fernando Torres: cuando ‘El niño’ se retire, seremos muchos los que no nos acordemos que cuando volvió al Calderón, estaba cedido y dedicado ya a la mala vida en Milán. Torres volvió al Calderón y recuperó la ilusión hasta el punto de estar ahora en uno de los mejores momentos de su carrera.

Por eso, el Atleti tiene algo que te hace decir: “joder, qué h… tienen estos del Atleti”, te hace ir con el Atleti en un partido donde no juega tu equipo. El Atleti ha conseguido que su afición vuelva a rugir, acabar con los más de quince años que llevaban sin ganar al Madrid y que ahora sean los merengues los que sientan complejo de inferioridad cada vez que pisan el terreno de los indios. Ha conseguido que sus partidos con Barcelona y Real Madrid sean tan importantes como los Barça – Madrid.


Como el fútbol es un deporte irracional, que a veces te compensa y a veces no, si bien el Atlético de Madrid consiguió el utópico hito de ganar una Liga, al Atlético de Madrid le debe una Copa de Europa: quizás más por lo que pasó en 2014 que por lo que pasó contra el Bayern de Munich. Ese gol de Ramos en el 93’ dolió a mucha gente no seguidora de los rojiblancos, pero esa humildad de la que hablaba la demostró Simeone, cuando ya siendo perdedores y hasta goleados, pedía a sus jugadores que no bajasen la cabeza, porque no tenían nada de lo que avergonzarse. Lo habían dado todos. Y tengo la sensación de que el fútbol este año, no sé si con la Liga o con la Liga de Campeones, le va a devolver la fortuna que le quitó hace dos años. Porque “si se cree, y si se trabaja, se puede”. Y “nunca dejes de creer”. 

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