Llevábamos semanas e incluso meses preocupados por el
terrorismo. Estábamos tan preocupados por el Estado Islámico que se nos olvidó
un principio muy básico: burros hay en todos lados, en algunos sitios son más
numerosos que en otros, pero en todos lados hay burros que no tienen muy bien
asimilado que cuentan con un cerebro para pensar.
Todo empezó el domingo pasado en Orlando cuando una persona
vinculada al EI mató a 49 personas e hirió a muchas otras en un local fiestero
de ambiente homosexual.
Todo siguió cuando varias personas de nacionalidad inglesa,
rusa, eslovaca, turca se excusaron en la Eurocopa de fútbol para liarla por su
cuenta y liarse a mamporros con algunos inocentes y con otros que iban buscando
lo mismo.
Y todo se remató cuando hoy miércoles, un trastornado mental ha apuñalado y
disparado a una diputada del Parlamento Inglés que ha fallecido haciendo campaña para el plebiscito que se
realizará próximamente en Reino Unido para decidir si permanecen o salen de la
Unión Europea.
Desde que somos pequeños se nos enseña que los seres humanos
debemos cumplir tres funciones vitales: nutrición, reproducción y relación. La
relación quizás sea la más importante pues es la que nos ayuda a construir
nuestra personalidad, nuestro carácter y aquella de la que depende nuestra
estabilidad emocional. Personalmente, ahora mismo me cuesta creer que haya algo
más repugnante que hacer daño a la persona que tienes enfrente por tener una
forma de pensar distinta a la tuya. Es bastante triste ver cómo aquí mucha
gente intenta imponer su filosofía de vida bajo la falsa creencia de que esa
forma de ver las cosas es mejor a la del resto. Nadie es capaz de ver la vida
de una forma idéntica, pero eso no nos convierte en mejores ni en peores,
simplemente nos convierte en humanos. Ya venimos de un siglo donde se ha
perdido mucha sangre intentando imponer absurdas ideologías, y por momentos me
cuesta creer que hemos aprendido la lección. Y mientras no seamos capaces de
convivir valorando las virtudes de quien no piensa como nosotros no vamos a ir
a ningún lado, siempre vamos a estar siendo rencorosos por consecuencias del
pasado.
¿Cuál es entonces la solución a parar todo esto? La
respuesta es complicada porque cada uno vemos las cosas de forma distinta. La
opinión mayoritaria (y la que comparto), es apostar por el diálogo, pero como
decía al principio, hay burros más preocupados en hablar que en escuchar. En el caso del islamismo, directamente ni
escuchan, les divierte el sufrimiento, el dolor, y con gente así no vale la
pena hablar. Otra solución que proponen varios es la de no financiarles las
armas, pero para mí personalmente ésta es inviable por la poca capacidad de
liderazgo y carisma que representa ahora mismo el político. En el caso de los
hooligans, el diálogo es más factible, pero están tan fumados y bebidos que
hablar con ellos se hace imposible. Como decía Rousseau, “el hombre es bueno
por naturaleza, pero es la sociedad quien lo corrompe”. Sociedad y dinero para
alcohol y drogas habría que añadir. Yo con los hooligans apostaría por el
diálogo, pero si no funciona apostaría por permitir a los antidisturbios marcar
su territorio porque así sus ganas de buscar pelea se verían reducidas, y
acabarías con sus tonterías. O mejor aún: si se quieren pegar, llevémosles a un
descampado, dejémosles allí sueltos y que se maten entre ellos.
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