Nos conocen como los más locos de
la ciudad porque somos dos cabras locas que han soltado por la calle. Porque
nos ponemos tan tibios de cerveza con limón en la Gran vía que volvemos
haciendo curvas en las rectas y hacemos rectas en las curvas. Porque tus risas
se escuchan con tal volumen que levantas a los vecinos y se preguntan a qué se
debe tal escándalo.
La gente nos mira mal, como si
fuéramos desequilibrados mentales… Y con razón, pues ni yo tengo tu número para
volver a llamarte ni tú sabes mi nombre. Yo sé que volveremos a encontrarnos.
Pasa en las películas y tú eres más un personaje de película que alguien real.
Pero me siento tan en paz conmigo mismo cuando estoy contigo. Es algo que no se
puede explicar, no hay colores ni cuadros de Van Gogh que expliquen la paz que
siento en mi interior cuando nos encontramos por casualidad en cualquier rincón
minúsculo del mundo. Eres como un antídoto que elimina de un suspiro todas las
cosas malas que vive el mundo. Con ese soplido te llevas por delante el hambre,
la violencia, las discusiones estúpidas de pareja sobre qué ver en la
televisión.
Y, amor platónico, antes de que
te vayas y de que te esfumes en cuanto veas la primera seña de que el amanecer
ya ha llegado te quiero pedir un último favor: róbame el sueño esta noche.
Quítame las ganas de dormir y dame todas las ganas de bailar, de reírnos de
esas comedias románticas en las que todo siempre acaba saliendo bien. Quédate,
cenemos pizza y que sobren trozos para que tengamos algo para desayunar junto
al café. Quédate despierta hasta que caigas rendida boca abajo en el sofá
desnuda. Cuando eso ocurra, sabré que no hay ningún cuadro de Van Gogh que lo
explique pero sí eres la personificación de La noche estrellada, tu espalda es
París, y tus lunares son las estrellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario