Me he quedado millones de veces con las ganas de desahogar un sentimiento, y por miedo al ridículo, a cagarla, al final no los expulsé. Innumerables veces se me ha secado la boca cuando he sentido tu silueta cerca de mí, con ganas de contarte que te quiero, que eres lo mejor que existe en este mundo, pero la verguenza, la tímidez o lo que fuera, me lo ha impedido.

Porque al fín y al cabo cuando hablamos de amor, no podemos llamar a nada ridículo. Porque muchas veces nos tiramos en la toalla del destino pensando que la vida nos da oportunidades todos los días, que cuando nos enamoramos pensamos que tenemos siete vidas como los gatos, y no es así, y debemos aprender la lección antes de que sea demasiado tarde.

No hay comentarios:
Publicar un comentario