domingo, 10 de marzo de 2013

People talks.


El otro día estaba reflexionando en cómo han cambiado las cosas desde que era un enano con cinco años hasta día de hoy. La verdad es que siento asco del cambio que las personas experimentamos durante esa transición llamada adolescencia. Existen personas que cuando no llegan al metro cuarenta de altura son una auténtica delicia, y sin embargo el destino y su alrededor las influencia al mal mundo. A empezar a beber alcohol, y a fumar tabaco. Incluso en el caso más extremo incluso a coquetear con las drogas. Llámese maría, coca, paqui, o como quieran.


Yo, por suerte, no he llegado a tal punto. Es cierto que he tomado alcohol en ocasiones puntuales, pero nunca hasta el hecho de llegar a la embriaguez. Pero también es verdad que de pequeño era un encanto de niño y de persona, y que todas las madres de mis amigos se lo decían a la mía. Y sin embargo, ahora, no soy más que un alma dormida de niño dentro de un cuerpo de hombre. Y cuyo cuerpo está lleno de ojeras de innumerables noches sin pegar ojo, pensando en miles de locuras por cometer a consecuencia de la vergüenza que sientes por haberte convertido en quién eres. Es verdad que intentas mantener la base de tu niñez, y que intentas ser alguien educado, que controla la situación, que es responsable. Pero no te engañes a ti mismo. Has repetido dos veces, te has convertido en un bicho raro porque cuando has ido creciendo, has aprendido que tú no debes ser como el resto, que tú debes ser diferente. Que no es mejor lo que sale en la tv, sino lo que a ti te mole hacer.

No quiero estar diciendo que me avergüence de ser diferente. Si no de ciertas cosas que me han acarreado este pasaje por el desierto por el que camino sin una gota de autoestima. Me refiero a por ejemplo, caminar por la calle, ver a una persona con la que en la infancia te hartabas de correr detrás de una pelota de cuero, de reír, de contar historias, y sin embargo, cuando os cruzáis, os tratáis con una indolencia díficil de ignorar. Que se conviertan en unos borrachos, fumetas, drogatas o delincuentes. Que incluso se olviden de ti. Que incluso llegaráis a ser íntimos, a la hora de contar secretos que jurábamos llevar a la tumba, y sin embargo, tratar como un simple conocido.

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