martes, 30 de abril de 2013

Love is peace, peace is love, we r the world, we r the children.


Llegaba el amanecer, y tenía sueño. Ella insistía en dormir, y yo agaché la cabeza por las Sabas, hasta comenzar a acariciar sus bronceadas piernas. Eran pequeñas, pero suaves, sensibles, atractivas. Iba subiendo y notaba que su carne se agrandaba, a la misma vez que mi excitación crecía.

Mis manos se perdían locamente en su pelo mientras el sol comenzaba a asomar en las afueras de la ciudad. Sonidos de ambulancia y sirenas de policía alumbraban la primera hora de la mañana.

A sus manos les apetecía jugar y descendían por mi cuerpo hasta adentrarse en zonas prohibitivas de nombrar. Un susurro en forma de gemido suyo cuya intención era la de pedirme más, recorría mi cabeza.

La primera había llegado con su cuerpo envuelto en mi sábana, rodeado del azahar mágico que tiene Andalucía. Desde la ventana podía observarse la noria que representaba a la ciudad. Y un poco más a lo lejos, en esa isla que no tenía agua, se veía una montaña rusa que circulaba a unos 360Km/h durante un minuto.

Su sonrisa juguetona no cesaba de reproducirse. Ella es algo así como una persona tan imperfecta, que parece perfecta. La persona que realmente debería mediar en las guerras, porque les haría ver a todos esos asesinos la inutilidad de la guerra, y de la necesidad de la paz, de la convivencia en armonía.

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