Somos capaces de todo.
Amarnos sin conocernos, odiarnos con nuestras armas: los
abrazos, los besos mordidos, y el sexo duro hasta el amanecer.
Cambiantes en milésimas de segundo. Pasar de mandarnos a la
mierda, a desearnos desnudos frente a frente.
Decir “te amo” sin sentirlo, a expresar nuestro odio con el
corazón en la mano. Ser la causa del suicidio, o la consecuencia de tener ganas
de vivir.
Conocer por segunda vez a ti mismo, reconvertido en otra
persona, y sentir que le entregarías todo, incluso la vergüenza sexual mal
perdida la primera vez.
Encima colabora la puta distancia que tantas veces me he cansado
de oír hablar de ella y la he calificado como “cansina”.
Y su entorno de mimada, de asquerosa niña pija, borde, inmadura,
pero al mismo tiempo encantadora, dulce, adorable, pícara, guapa, cariñosa, tan
sensible como atenta.
Con tantos pros como contras. Tantos quebraderos de cabeza que
me ha provocado.
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