lunes, 27 de mayo de 2013

No te pido nada, simplemente que siempre me quieras.

Muchas veces nos preguntamos si las casualidades existen, o si están retocadas por una varita mágica llamada destino. Si el ser humano es un ser imperfecto creado para comprender las letras de las canciones cuando estamos mal, reventando nuestro ansia por llorar, o si las naranjas están creadas para unir a personas.

Yo no sé si tú eres mi naranja, mi limón o mi paja de turno, pero conocerte y tenerte es de lo más maravilloso que ocurrió en mi sufridora vida, que ahora dominas tú con tus pequeñas manos, voz de princesa Disney y un pelo que baila tanto como atrae al personal.

Estoy seguro de algo y ese algo es que el caprichoso destino me va a regalar una oportunidad para verte, para que cumplamos todos nuestros deseos, para que las caricias distanciosas que me das sean una realidad. Para que las cartas que nos enviamos continuamente sean un día susurros nocturnos rodeados de sonrisas juguetonas, emociones dificiles de contar y cosquillas prohibidas que muchos desean, y soy el único que puede sentir tus pechos, tus manos mojadas dentro de mis boxer verdes.
Ya sea en Valdemoro, Sevilla, o en la Luna, quiero tratar tu piel de seda igual que la nieve endulza al invierno, o la piscina y la playa al verano. Quiero patearme la Gran Vía escuchando música contigo de tus cascos. O pasear junto a ti por el encantador centro de Sevilla, enseñándote lo genial que es la Giralda desde sus pies.

Que me des clases particulares sobre cómo besar, desabrochar tu sujetador amarillo y azul, acariciártelo con ternura y no con fuerza. Aprender a denotar que cuando gimes desesperada, es porque te rindes, eres mi esclava, igual que yo soy el tuyo. Despertarme todos los días contigo, y llevarte el desayuno a la cama. Que me esperes en la estación y en cuanto me baje, que corras a por mí, y me des un abrazo tan necesario como enterno, y en el que se describan las palabras contadas en miles y que callamos en millones de ocasiones.

Que yo no sé cocinar ni cantar. Que pese a ser andaluz ni tengo acento ni salero como ellos, que no tengo valor alguno como escritor ni persona, que soy como un oso de peluche rodeado de polvo al que tú convertiste en el peluche que todos admiran y desean tener por su personalidad, y tú eres la preciada dueña de él. Y yo quiero seguir siendo tuyo toda la vida, mi niña, mi princesa.

Porque tú eres como el viento por la noche, suave y tranquilo, aunque a veces te conviertes en un remolino. También eres como la orilla de las playas de Cádiz, sencilla, encantadora, dorada. Porque tu risa enamora, y tus labios provocan a cualquiera, pero sé que están sellados para mí, y para que cuando lleguemos a un semáforo en rojo en Cibeles, pueda besarte, sin miedo ni límite alguno. Sin temor a hacer el ridículo porque sé que contigo no habrán gatillazos ni enfados estúpidos. Que te compraré un montón de rosas, aunque ninguna llegue a ser tan bonita como tú.

Que si mi corazón hablara, te diría aunque no le creas que le encanta tu sobriedad, tus uñas dañadas, tus momentos bordes porque son los momentos en los que más le atraes, hasta aficionarnos a la lazulita y los gatos.

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