-Dime que me quieres.
+Lo siento, pero no me sale.
-¿Quieres que te ayude?
+Por favor.
-Te quiero.
+Te quiero, te quiero, te quiero. Antes te lo decía
tartamudeando, pero ahora que me has ayudado no puedo parar ni pararé de decírtelo.
Te quiero, y gracias a ello sé que lo que antes era todo un valle de lágrimas,
ahora va a ser un refrescante y soleado día de verano.
-Te quiero, como el café y un buen libro quieren a un
lluvioso sábado por la tarde. La quieren, la adoran, la besan y la acarician.
Te quiero como persona, como novio, como huracán y hasta te quiero como pecado
capital.
+Te quiero, y te deseo tanto como los franceses deseaban a
la libertad, como la literatura ama a sus poetas. Te necesito como Sevilla a su
Giraldillo. Te necesito a ti y a tus manías, a tus piques, a todas esas cosas
que te hacen imperfecta perfección.
-Te quiero, y quiero que me digas que no hay nadie más, que
este tren solo va de tu corazón a mi alma. Te quiero, y quiero que cada vez que
la bella esté medio llena me des un beso, y si está medio vacío me hagas el
amor hasta acabarnos la botella y empezarnos una nueva.
+Eres lo más especial que tiene la vida. Eres tan especial,
que cuando sonríes, en pleno octubre otoñal, que haces que la primavera renazca,
y con ella el azahar, el azahar que también sienten tus mejillas.
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