viernes, 24 de octubre de 2014

ya no sé si el mundo está al revés o soy yo el que está cabeza abajo.

No entiendo por qué me bloqueo, por qué dudo de mí. A temperatura ambiente todo mi agua corporal se va haciendo hielo. No entiendo por qué después de tanto tiempo otra vez los nervios me ganan la batalla. Tampoco comprendo cómo las personas nos quedamos prendidas por otras con las cuales apenas tenemos relación. Hoy es invierno, y río, mientras ayer era verano y lloraba. En cambio, ella… cuando parpadea, nieva. Nieva con tanta hermosura sobre sus pecas, como la lluvia cae a Sevilla.

No entiendo mi escaso inconformismo, el poco grado de ambición que tengo, ni entiendo a la gente que celebra San Valentín. Si ella fuera mía, todos los días le haría sentir que es San Valentín, todos los días le haría saber que eres imprescindible en mi vida.

No entiendo por qué escribo tan mal, tan mediocremente, sin pena ni gloria. No entiendo cuando se le entristecen los ojos y agacha la cabeza. Tienes una mirada de ensueño, que pone la piel de gallina a cualquiera, hasta el blanco de sus ojos, hace daño, porque es de cristal. Ese cristal cuando me roza la piel me hace sangrar, y se lleva todos los sentimientos que hay dentro de mí. No entiendo a la gente que derrocha soberbia, que cada vez que hablan es para echar mierda por la boca. No entiendo por qué todas las mañanas que amanecen sin ti a mi lado son días más fríos.


No entiendo por qué desde que te conozco me siento un romántico del siglo XVIII, un romántico extremista, loco y roto de amor. No entiendo que el hielo queme, y por el contrario el fuego no congele al organismo. No entiendo a la gente que nunca es capaz de aprender que el deporte es un juego donde a veces se gana y otras se pierde, pero donde a veces una derrota también puede ser una victoria.

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