Sé que soy joven, sé que aunque en la mayoría de los casos
soy capaz de pensar con la cabeza fría hay veces que me dejo llevar por mi lado
joven y rebelde que me puede convertir en alguien impulsivo. Asumo todo esto,
pero hay cosas que realmente me pueden. El accidente aéreo que ha tenido lugar
esta semana, y del cual me he informado poco, a causa de mi escaso tiempo libre
y de su enorme repercusión informativa, me ha llamado tanto la atención que
saco varias conclusiones.
La primera de ellas es el papel del copiloto. Según algunas
informaciones, el copiloto fue casi total responsable del accidente. Mi padre
habla de él como una representación de la locura que domina al mundo. Yo
prefiero sustituir su idea de locura por sangre fría. Nadie es capaz de
entender cómo se puede tener tanta sangre fría para acabar con la vida de más
de 150 personas. Hay que tener una gran indolencia por la vida para llegar a
este límite, más aún cuando este hombre no llegaba ni a los treinta años. Me
parece algo tan bochornoso como de persona irresponsable. Como diría Fito, “ya
no sé si el mundo está al revés o soy yo el que está cabeza abajo”.
La segunda conclusión que se me viene a la cabeza tiene que
ver respecto a nuestros queridos medios de comunicación españoles, y a la idea
de algunos de “estamos viviendo la mejor época del periodismo en su historia”. Señores,
ha habido una tragedia histórica, y ustedes se dedican a hablar sobre quién va
a ganar Gran Hermano— ¿Os dan algo si gana Belén Esteban, el otro o el de la moto?
¿Os dan un bocadillo? ¿Diez euros? ¿Un cartón para el bingo? —, sobre dónde se va a jugar un partido de fútbol — El fútbol ha sido, es, y será una fiesta
para los que de verdad amamos el deporte y el fútbol, a pesar de que cuatro
impresentables quieran mezclar siempre churras con merinas, Barcelonas con Cius
y Athletics con PNVs, por lo que da igual si se juega en Madrid, Barcelona,
Sevilla o en un descampado. —. Igualmente,
me parece algo absolutamente deplorable que algunos medios sigan queriendo hurgar en la herida con encuestas en sus
canales tipo “¿Usted se fía de las compañías aéreas de bajo coste?”.
La tercera
conclusión para mí es la relación que siempre existe entre el destino y la
vida. En ese avión iba un grupo de jóvenes estudiantes que se iban de
intercambio. La semana que viene hace un año que fui a Suecia. Lo primero que
pensé cuando supe lo de este grupo fue: “podría haber sido yo”. Muchas veces no
nos damos cuenta del riesgo que corremos, y de lo poco que disfrutamos la vida.
Cuando cogemos un tren o un avión, nos sentamos muchas veces al lado de
personas totalmente desconocidas para nosotros, de las que no sabemos sus
miedos, sus aficiones. Puede ser una persona que le demos mayor o menor
relevancia, pero puede ser la última persona a la que veamos en nuestra vida.
La siguiente
conclusión es la más preocupante para mí, y además está relacionado con la segunda.
El pasado día 25, fecha del trágico accidente, Telecinco hizo algo bien en su
vida. Decidió alargar un poco más su programación informativa en vez de empezar
ya con su largo recorrido por la telebasura diaria con Mujeres, Hombres y
viceversa. ¿Cuál fue la respuesta de sus telespectadores? De forma abundante, inundaron las redes
sociales protestando por esto. Hay que tener muy poca vergüenza para mostrarse
opuesto a que decidan informar sobre una tragedia. Hay que tener muy poca
vergüenza para decir barbaridades como “¿y a mí que me importa lo que ha pasado
en Francia?”, “si el avión se ha estrellado algo habrá hecho”, o “pues me
parece fatal que no pongan el programa por un accidente, no es mi culpa que
sean tontos y se estrellen”. Lo único
que me gustaría recordarles a esta gente con sangre de horchata y sensibilidad
de Homo Sapiens es que en ese avión en el que marchaban muchos españoles
podrían haber ido algún familiar suyo, algún amigo, o su pareja. Aunque todos
podamos pensar que este es un pensamiento arraigado solamente entre los tres
imbéciles de turno, es algo mucho más desarrollado de lo que pensamos. Y eso
que en el accidente se han visto implicados un gran número de nativos
españoles. Si en el accidente no hubiera sangre española entonces ni me quiero
imaginar el pollo que habríamos montado porque todavía no ha empezado el circo.
Cada vez queda mejor demostrado que somos el perfecto ejemplo del “pan y circo”
que tanto dominaba la sociedad romana. Nos hemos convertido en una sociedad tan
vulgar y artificial, que muchas veces nos estamos olvidando que tenemos sangre,
y la cual está muy afectada por la sensibilidad.
D.E.P – R.I.P
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