martes, 4 de agosto de 2015

500 versos.

Llegamos a un acuerdo a cambio de que le dedicara 500 versos. Pero 500 versos no son suficientes. No son suficientes versos para un sentimiento que se mete en mi alma entera y vive dentro de ella las 24 horas del día  y los siete días por semana. Me hacen falta más versos para describir a la única persona que logra la desesperación en mí, la única persona que ha logrado ser un elemento tan básico como el aire.

Entienda usted que yo necesito más versos. Que ella me ha enseñado a apreciar la vida, a considerarla como un tesoro. También he aprendido de ella que cada pestañeo es el único segundo de respiro de esta cosa tan frenética que es la vida.  Entienda usted que yo no entiendo de rimas consonantes ni versos de arte menor. Para mí ella es un constante encuentro de estrellas fugaces vestidas de musas. Podría yo hablarles de metáforas y sinestesia, pero cierre los ojos e imagine que los labios más bonitos del mundo besan su cuello y dejan la marca del carmín en él.

Mis versos no pueden tener más introdución, nudo y desenlace que ella. Yo sin ella soy un absoluto fracaso. Un viaje a la nada. Por eso no duermo. Por eso me paso las noches en vela recordando todos sus besos. Tienen un sabor distinto al resto. Saben a cerveza. Sus besos me han hecho creer en la suerte. ¿Para qué quiere uno soñar cuando despierto se da cuenta de que está viviendo el mejor sueño que se puede vivir?


No son suficientes 500 versos. Menos para alguien que nunca ha jugueteado con la poesía. No me basta ni con todas las horas que tiene el día para amarla. Me ahogo en el tiempo buscando un nuevo momento para darle un beso dulce en su hombro, o para cosquillearle sus pies.  

500 versos no son suficientes. Menos para alguien como ella, una persona tan absolutamente sobrenatural. La única persona que me ha dejado sin palabras. Y un loco enamorado sin palabras no puede hacerle 500 versos porque enloquecerá más aún buscando más versos para hablar de ella.

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