Nadie duda de que el fútbol se ha convertido en el actual ejemplo de aquello que en el Imperio Romano era conocido como “Pan y Circo”. El mejor dato que demuestra esto es aquel que señala al diario MARCA como el periódico más leído (que no vendido) del país. Y dice mi hermana con mucha razón que esto no tiene ningún tipo de sentido, no tiene más cultura que otras cosas que no valoramos igualmente. Aunque tiene parte de razón, el fútbol y el deporte tiene mucho más que ver con la vida de lo que creemos.
Si el fútbol se ha convertido en un mero circo mientras los políticos se parten de risa a nuestras espaldas, una de las estúpidas tendencias que se han impuesto en este deporte precioso es la de pitar a gente de tu propio equipo. Pasó primero con Casillas y pasa ahora con Piqué. A Piqué se le empezó pitando aquellos madridistas a los que les dolió que Piqué se acordara de Kevin Roldán cierto día. Luego, se le unieron otros más diciendo que Piqué no se siente español. Si decir que “la independencia de Cataluña es malo para la propia España y para la propia Cataluña” es malo, que venga dios y lo vea. Piqué ha pedido un principio tan básico y democrático como es una consulta. Eso es algo que quiere Piqué, yo o cualquiera que se sienta en un país en libertad. Y el que quiera venir a decirme que Piqué es un independentista que se pare a pensar por qué al resto de catalanes, vascos y gallegos de la misma selección de fútbol o de cualquier otro deporte no se le pita.
Y otra cosa. Me da igual si Piqué se siente más español, catalán, o del pueblo donde se coma las patatas bravas. Si Piqué representa mis colores, yo lo apoyaré, porque ir a un campo de fútbol a pitar a la gente de tu equipo es de mal aficionado. O acaso ahora los jugadores del Madrid, del Cádiz o de la Llagostera van a ser de esos equipos desde pequeñitos. Yo prefiero que suden la camiseta y no besen el escudo a que se la pongan sin sudar y le den dos besitos al escudo.
Este novato estudiante de periodismo lleva tiempo preguntándose si merece la pena o no comentar de qué equipo es. Pero después de lo que viví el pasado miércoles hay pocas dudas. Si usted me conoce en persona sabrá que yo soy más bético y menos ladrón que Lopera, pero no tengo ningún tipo de problema en reconocer que el Sevilla FC se ha convertido en el segundo mejor equipo de Europa en lo que va de siglo por detrás del Barcelona. Pero el fútbol no solamente es un deporte, también es afición. No voy a discutir si el Betis es mejor que tal o cual porque sinceramente paso, pero tampoco voy a discutir que el Betis tenga la mejor afición del mundo. Porque el Betis no solamente se limite a los domingos: es una idiosincrasia, una manera de vivir la vida. La afición del conjunto verdiblanco ha hecho grande a su equipo con algo básico: el Betis no es una empresa, el Betis es un corazón que late constantemente. Y allí donde juegue el conjunto de las trece barras, ya sea Euskadi, Alemania o Nueva Zelanda, usted se encontrará con un ser, o un grupo de personas que lleven su elástica verdiblanca.
El pasado miércoles, como decía, se encontraban en los octavos de final de la Copa de SM el Rey de fútbol sala el Real Betis Fútbol Sala Nazareno, recién ascendido a la división de plata de dicho deporte, y el Inter Movistar, el mejor equipo del mundo. Todos, o casi todos dábamos por seguro la derrota de los sevillanos por goleada pero no fue así. Los locales lograron plantar cara al cuadro madrileño espoleados por su afición, quien no paró de cantar e incluso pudo llegar a meter en un apuro a su rival. Si los visitantes eran mejores en todos los aspectos pero sobretodo en la técnica, los aficionados locales transmitieron al equipo lo que es el Betis: un contrato en el que la gente se deja la garganta mientras el equipo dé todo de sí hasta que el árbitro pite o suene la bocina.
Porque en el deporte, como en la vida, a veces ganas, a veces empatas, y a veces pierdes. Pero si lo has entregado todo por tu parte, no tienes nada que reprocharte.
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