“Dicen que estamos locos
de la cabeza...” Así empieza el primer cántico que se entona en el Benito
Villamarín nada más se acaba de cantar el himno del equipo verdiblanco. Y es
verdad. Hace tiempo que el mundo se volvió loco. O quizás estamos locos desde siempre,
pero a veces hemos sido capaces de encontrar nuestra cautela. Y como el mundo
está loco, hemos convertido la vida en un absoluto ring de boxeo. Creo que el
mejor ejemplo que explica lo locos que estamos es que una manifestación en
Turquía a favor de la paz, (¡¡¡a favor de la paz!!!) acabe con el peor atentado
en la historia del país turco. Casi un centenar de personas murieron en una
manifestación que pedían entenderse con la palabra en vez con los armas de
destrucción masiva. ¡Qué antisistemas los manifestantes, oiga!
Una consecuencia de la
locura que padece el mundo es la poca solidaridad. Tratamos a las personas que
lo pasan mal, necesitan ayuda y visten de una manera diferente a nosotros como
apestados. Con decir que en vez de llamarlos por sus nombres y apellidos les
conocemos como “sin papeles”, no hace falta decir mucho más. Porque claro, no
importa esa cosa llamada corazón y que llevan debajo de esas ropas raras para
nosotros. Si echamos la vista atrás cinco minutos, nos damos cuenta que antes
éramos nosotros los que fuimos tratados como los que llevan la peste en lugares
del mundo como Alemania, Argentina o Colombia. Y si echamos la vista atrás diez
minutos, los alemanes que ahora se sienten los dueños de Europa eran los que
llegaban con la cabeza agachada a países como España o Francia.
Pero claro, si el mundo
no está bien de la cabeza, es normal que a los pocos que están cuerdos se les
quede cara de tontos. Alucino con una situación particular que vivimos:
últimamente en las redes sociales se comparten muchas noticias sobre multas
impuestas a los dueños de algún animal doméstico que ejercen algún tipo de
violencia sobre su mascota. Esto es genial, maravilloso, estupendo. Lo que no
es ni tan genial, ni tan maravilloso, ni tan estupendo es que al mismo tiempo
que se imponen sanciones sobre estos “señores”, en los pueblos y provincias de
España cada cierto tiempo en una plaza se reúnen cuatro ó cinco señores que van
vestidos con un traje de luces y que pasan la sobremesa burlando y matando toros
con una estocada. ¿Creen que estos caballeros reciben algún tipo de castigo por
parte de las autoridades? Para nada. Es más. Si torean con mucha gracia, les
dan las dos orejas, el rabo, y los sacan a hombros por la puerta grande.
La locura, según los que
entienden de medicina, no es algo que se pueda curar, pero sí es algo que se
puede controlar. Y personalmente, creo que estamos a tiempo de controlar
nuestro delirio, todavía estamos a tiempo de volver a enderezar el rumbo, antes
de hacernos locos además de convertirnos en dementes y perversos.
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