jueves, 5 de noviembre de 2015

Dicen que estamos locos de la cabeza.

“Dicen que estamos locos de la cabeza...” Así empieza el primer cántico que se entona en el Benito Villamarín nada más se acaba de cantar el himno del equipo verdiblanco. Y es verdad. Hace tiempo que el mundo se volvió loco. O quizás estamos locos desde siempre, pero a veces hemos sido capaces de encontrar nuestra cautela. Y como el mundo está loco, hemos convertido la vida en un absoluto ring de boxeo. Creo que el mejor ejemplo que explica lo locos que estamos es que una manifestación en Turquía a favor de la paz, (¡¡¡a favor de la paz!!!) acabe con el peor atentado en la historia del país turco. Casi un centenar de personas murieron en una manifestación que pedían entenderse con la palabra en vez con los armas de destrucción masiva. ¡Qué antisistemas los manifestantes, oiga!

Una consecuencia de la locura que padece el mundo es la poca solidaridad. Tratamos a las personas que lo pasan mal, necesitan ayuda y visten de una manera diferente a nosotros como apestados. Con decir que en vez de llamarlos por sus nombres y apellidos les conocemos como “sin papeles”, no hace falta decir mucho más. Porque claro, no importa esa cosa llamada corazón y que llevan debajo de esas ropas raras para nosotros. Si echamos la vista atrás cinco minutos, nos damos cuenta que antes éramos nosotros los que fuimos tratados como los que llevan la peste en lugares del mundo como Alemania, Argentina o Colombia. Y si echamos la vista atrás diez minutos, los alemanes que ahora se sienten los dueños de Europa eran los que llegaban con la cabeza agachada a países como España o Francia.

Pero claro, si el mundo no está bien de la cabeza, es normal que a los pocos que están cuerdos se les quede cara de tontos. Alucino con una situación particular que vivimos: últimamente en las redes sociales se comparten muchas noticias sobre multas impuestas a los dueños de algún animal doméstico que ejercen algún tipo de violencia sobre su mascota. Esto es genial, maravilloso, estupendo. Lo que no es ni tan genial, ni tan maravilloso, ni tan estupendo es que al mismo tiempo que se imponen sanciones sobre estos “señores”, en los pueblos y provincias de España cada cierto tiempo en una plaza se reúnen cuatro ó cinco señores que van vestidos con un traje de luces y que pasan la sobremesa burlando y matando toros con una estocada. ¿Creen que estos caballeros reciben algún tipo de castigo por parte de las autoridades? Para nada. Es más. Si torean con mucha gracia, les dan las dos orejas, el rabo, y los sacan a hombros por la puerta grande.


La locura, según los que entienden de medicina, no es algo que se pueda curar, pero sí es algo que se puede controlar. Y personalmente, creo que estamos a tiempo de controlar nuestro delirio, todavía estamos a tiempo de volver a enderezar el rumbo, antes de hacernos locos además de convertirnos en dementes y perversos.

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