Cuentan las lenguas antiguas que en el marcador ondeaba el 1
– 0 al descanso cuando a los quince segundos de la reanudación Mariano tira un
caño a Alberto Moreno para llegar hasta línea de fondo que Kevin Gameiro se
encarga de rematar. ¿Y qué pasó después? Se formó La Gozadera por quinta vez:
como en Eindhoven, como en Glasgow, como en Turín y como en Varsovia. Pero esta
vez La Gozadera parecía a priori más difícil que las cuatro veces anteriores.
Difícil por el rival, todo un grande de Europa que para más
inri se adelantó en el marcador; difícil por la afición, pues los ingleses
llegaban a ser más de veinte mil mientras los sevillistas eran seis mil y
poquitos más; difícil por la lluvia, ya que con ese gol (golazo) de Sturridge
parecía que se avecinaba tormenta, y el único torbellino que se desató fue el
del Sevilla y el de Coque (dos goles de Coque, eso ocurre en la PlayStation 3 y
no lo puedes grabar porque se va la luz de la casa). Porque sí, porque su
fútbol no ha tenido rival ni en Middesbrough, ni en el Espanyol, ni en el
Benfica, ni en el Dnipro ni en el Liverpool.
Explicar el éxito de este Sevilla en esta década prodigiosa
solo se explica con su himno y una frase de su letra: dicen que nunca se rinde.
Una frase aplicada a rajatabla en todos sus estamentos pues nunca se han
rendido. Le han quitado de su puzle multitud de piezas, y siempre ha sabido
reinventarse, comprar talento puro por poco precio y venderlo como el más caro
de los diamantes. Han pasado diez años en los que hemos cambiado a Kanoute por
Bacca y luego por Gameiro, a Baptista por Iborra, a Jesús Navas por Vítolo, a
Maresca por Banega, a Dani Alves por Aleix Vidal, a Juande Ramos por Emery, al
calvo de Del Nido por el calvo de Pepe Castro, y así un etcétera más largo que
la corrupción del PP.
Me queda siempre el recelo de cuál es el límite de este
Sevilla. Creo que su techo está mucho más lejos de lo que ellos mismos quieren
proponerse. El Sevilla no es el Atlético de Madrid porque el Sevilla no se lo
cree, porque si pudiera creérselo llegaría a serlo y quién sabe si a superarlo.
El Sevilla ya no puede ser considerado como un grande de Europa, porque todos
somos conscientes de lo difícil que es alcanzar una final en nuestra vida y
todo el sufrimiento, sacrificio y agobio que conlleva. Y el Sevilla lleva en
estos diez años dieciséis finales. Emery no tenía razón al decir que la Europa
League es la segunda mujer de todo aficionado del Sevilla, porque
sencillamente, y aunque el Sevilla haya ganado más trofeos, el amo y señor de
la Copa de la UEFA – UEFA Europa League, hasta que alguien llegue a los cinco
trofeos que hay en las vitrinas del Sánchez Pizjuán, es el Sevilla Fútbol Club.
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