Asomada estaba La chica de ayer
mirando por la ventana a cien gaviotas y pensando a Dónde irán. La chica
mientras tanto escuchaba en la radio a una locutora que parecía triste porque
sabe que Aquí no hay playa y sí muchas Escuelas de calor. La radio tenía un
volumen tan alto que retumbaba en El
ritmo del garaje y en el Cadilac solitario de La dulce niña Carolina que había
dentro mientras de fondo se escuchaba un Rock’n roll en la plaza del pueblo.
Las cien gaviotas volaron hasta
encontrar a un Feo, Fuerte, Formal que resultó ser el Amante bandido de Carolina,
quien había tardado 19 días y 500 noches en olvidar a su Princesa hasta que
conoció a Santa Lucía, a quien preguntó Qué hacía una chica como ella en un
sitio como éste y hablaron hasta que Les dieron las diez y las once. El tipo al
principio no sabía Cómo hablar pues se sentía Entre dos tierras y en el fondo
cuando pensaba en Carolina seguía repitiendo No puedo vivir sin ti. Santa Lucía
estaba tan Embrujada por la Noche de bohemia que Bailando consiguió hacerle
sentir Libre con el Corazón Contento y que fuese Su gran noche.
Carolina seguía en el balcón
mirando al Mediterráneo recordando cuando él en Venecia le dijo “Déjame” y ella
no para de preguntar desde entonces ¿Por qué te vas? al Hijo de la luna.
Carolina desde entonces sabe que La vida sigue igual, que Vivir así es morir de
amor, diciéndole “Sufre mamón” al Maldito duende So payaso que le repite una y
otra vez que son cosas de la vida y de las Maneras de vivir.
En cambio, el Hombre lobo de
París vivía Sin documentos Entre dos aguas dentro de su Locura transitoria:
Santa Lucía y Carolina. Cuando Santa Lucía dijo: “Quiero tener tu presencia” él
le contó que Se acabó, que era Mejor seguir teniendo el Corazón Partío. Se
despidió de La flaca en una Décima de segundo con Un beso y una flor antes de
salir corriendo cantando: Volando voy, volando vengo…
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