Pocas veces me he sentido
especial en el buen sentido de la palabra.
Y muchas, innumerables veces me he sentido así, especial, en el mal sentido de la palabra. Todas las pocas veces que me he sentido así, las circunstancias han estado directamente relacionadas a ti.
Y muchas, innumerables veces me he sentido así, especial, en el mal sentido de la palabra. Todas las pocas veces que me he sentido así, las circunstancias han estado directamente relacionadas a ti.
Me encanta reír. Reírme de todo,
y reírme de mí. Que me den ataques de risa hasta casi atragantarme. Que la
barriga me duela por reírme. Y desde hace meses estoy apagado: los ojos
tristes, el alma y la risa están apagados.
Teníamos la virtud de reírnos.
Que yo te hacía reír hasta imaginarme con una nariz de payaso. Y tú me hacías
reír, viéndonos por Skype, oyéndonos por teléfono, o simplemente mirando el
móvil mientras íbamos a clase.
Tantas cosas… Y tanto tiempo.
Tiempo en el que ha pasado de todo, y en el que ha pasado de nada: cosas buenas
y cosas malas. Risas, alguna lágrima que otra, cabreos serios, cabreos
estúpidos, momentos para desahogarse y momentos para evadirse.
Nadie debe deber su estabilidad a
otra persona. Nadie. Pero hay personas que se sienten románticas como el
movimiento literario, y yo soy una de ellas: extremistas, con un umbral para la
sensibilidad altísimo, que gracias a ti era capaz de disfrutar de la vida y de
las cosas. Y ahora que no estás, me cuesta mucho seguir adelante, disfrutar de
las cosas. He intentado y estoy intentando olvidarte de todas formas, pero es
que no hay forma. Me siento totalmente atraído por ti.
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