La semana pasada un día hablando con mi padre, éste me
asombró con una frase: “tú tienes algo, y es que normalmente no sueles hacer
muchas cosas mal”. El enunciado, pasado varios días, sigue coleando dentro de
mi cabeza.
Partiendo de la base de que como dijo un famoso filósofo del
siglo XXI llamado Mariano, “somos seres humanos y tenemos sentimientos”. Como
ser humano, haré cosas a veces decentes y otras veces tendré fallos. El caso es
que, según mi opinión, y no hay nadie que me conozca mejor que yo mismo, mis
actos positivos escasean y los negativos son actos en abundancia: por culpa de
lo que todos sabemos soy muy nervioso, derramo y rompo muchos vasos, no tengo
la caligrafía bonita y tengo una forma de ser cerrada. En definitiva, que mis
actos malos además de ser más numerosos, en una balanza pesan más que las
acciones positivas.
Más: entre mis acciones buenas, ni yo mismo sabría
reconocerlas, ya que no considero que sea especialmente bueno en nada: como
persona no tengo nada que sea considerado como especial, como estudiante soy
más bien mediocre tirando a malo, aquello que escribo siempre lo considerado
sobrevalorado por la reacción de la gente. Mis únicos puntos buenos nacen a
partir de algo malo: cabezonería. Es decir, me gusta hacer las cosas bien. Ya
saben, aquello de “para hacerlo mal es mejor no hacerlo”. Y sí, siempre soy muy
perfeccionista. La mayor parte de las veces que tengo una buena nota considero
que podría haber tenido más.
Por ello, me siento en un momento bastante agobiante y malo
a nivel individual, esperando con ansía a que acabe el año bajo la esperanza de
que el siguiente sea mejor. Porque sí, este ha sido bonito y especial, pero
está acabando siendo una tortura. A eso hay que añadirle que el entorno en
muchos casos no ayuda para nada, más bien al contrario: personas que se “desconectan”
literalmente de los trabajos en grupo hasta el fin de semana antes de hacerlo,
y cuando aparecen, hay más palabras que actos, personas que van y vienen de tu
vida con su egoísmo particular de revolucionarlo todo…
Aunque en fin, supongo que como dicen, siempre que llueve,
escampa.
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