lunes, 12 de diciembre de 2016

Aciertos y errores

La semana pasada un día hablando con mi padre, éste me asombró con una frase: “tú tienes algo, y es que normalmente no sueles hacer muchas cosas mal”. El enunciado, pasado varios días, sigue coleando dentro de mi cabeza.

Partiendo de la base de que como dijo un famoso filósofo del siglo XXI llamado Mariano, “somos seres humanos y tenemos sentimientos”. Como ser humano, haré cosas a veces decentes y otras veces tendré fallos. El caso es que, según mi opinión, y no hay nadie que me conozca mejor que yo mismo, mis actos positivos escasean y los negativos son actos en abundancia: por culpa de lo que todos sabemos soy muy nervioso, derramo y rompo muchos vasos, no tengo la caligrafía bonita y tengo una forma de ser cerrada. En definitiva, que mis actos malos además de ser más numerosos, en una balanza pesan más que las acciones positivas.

Más: entre mis acciones buenas, ni yo mismo sabría reconocerlas, ya que no considero que sea especialmente bueno en nada: como persona no tengo nada que sea considerado como especial, como estudiante soy más bien mediocre tirando a malo, aquello que escribo siempre lo considerado sobrevalorado por la reacción de la gente. Mis únicos puntos buenos nacen a partir de algo malo: cabezonería. Es decir, me gusta hacer las cosas bien. Ya saben, aquello de “para hacerlo mal es mejor no hacerlo”. Y sí, siempre soy muy perfeccionista. La mayor parte de las veces que tengo una buena nota considero que podría haber tenido más.

Por ello, me siento en un momento bastante agobiante y malo a nivel individual, esperando con ansía a que acabe el año bajo la esperanza de que el siguiente sea mejor. Porque sí, este ha sido bonito y especial, pero está acabando siendo una tortura. A eso hay que añadirle que el entorno en muchos casos no ayuda para nada, más bien al contrario: personas que se “desconectan” literalmente de los trabajos en grupo hasta el fin de semana antes de hacerlo, y cuando aparecen, hay más palabras que actos, personas que van y vienen de tu vida con su egoísmo particular de revolucionarlo todo…


Aunque en fin, supongo que como dicen, siempre que llueve, escampa.

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