Dice mi profesor de psicología que usamos el deporte como
modo de abstracción. Mientras vemos un partido de fútbol o de baloncesto no
pensamos en política, no pensamos en nuestros dilemas personales o en qué vamos
a hacer al día siguiente. Igualmente, el deporte es algo tan importante para
nosotros porque simboliza un gran sentimiento con el que nosotros sentimos
empatía.
Cada vez estoy más convencido que el equipo que mejor
representa esa empatía es el Atlético de Madrid. El club colchonero desde antes
de la llegada de su actual entrenador era un equipo de capa caída, instalado en
la zona media a veces alta, y a veces baja, pero que su actual éxito tiene
nombres y apellidos: Diego Pablo Simeone. El argentino ha conseguido gracias a
la filosofía del Carpe Diem o del Partido a Partido instalar a sus jugadores en
la élite del fútbol mundial, quizás sin tanto dinero (y jugadores que te hagan
jugar a un juego de ataque) como los equipos de esta aristocracia pero sí con
ambición, humildad y con espíritu de ganador.
El caso más significativo del Efecto Simeone puede ser
Fernando Torres: cuando ‘El niño’ se retire, seremos muchos los que no nos
acordemos que cuando volvió al Calderón, estaba cedido y dedicado ya a la mala
vida en Milán. Torres volvió al Calderón y recuperó la ilusión hasta el punto
de estar ahora en uno de los mejores momentos de su carrera.
Por eso, el Atleti tiene algo que te hace decir: “joder, qué
h… tienen estos del Atleti”, te hace ir con el Atleti en un partido donde no
juega tu equipo. El Atleti ha conseguido que su afición vuelva a rugir, acabar
con los más de quince años que llevaban sin ganar al Madrid y que ahora sean
los merengues los que sientan complejo de inferioridad cada vez que pisan el
terreno de los indios. Ha conseguido que sus partidos con Barcelona y Real
Madrid sean tan importantes como los Barça – Madrid.
